viernes, 7 de noviembre de 2008

Sitios donde las mujeres no deberían nacer


Artículo de Amelia Ribadeneira

La noticia de la lapidación de Asha me conmovió profundamente. Fue una adolescente de 14 años, casi una niña, asesinada ante una multitud por cometer “adulterio”. ¿Dónde ocurrió? En Kismayo, Somalia. Todo era mentira. La joven fue violada por tres milicianos, por tres asesinos que “ayudados por el tribunal islámico impuesto por las milicias integristas de Al Shabab, la muerte a pedradas de la menor sirvió para borrar todo rastro del crimen” (El País, 1 de noviembre).

Antes de la tragedia de Asha, estuvo la tragedia de las mujeres del Congo la semana pasada: fueron violadas por los rebeldes mientras avanzaban en su guerra contra el gobierno que intentan derrocar.

Y antes de las mujeres del Congo, las mujeres talibán no tenían derecho a nada, sus vidas dependían de la voluntad de los hombres. Y aún antes, o luego, pues no hay certeza de cuándo empezó, las muertas de Juárez: más de 400 mujeres fueron violadas, mutiladas, asesinadas. Y antes del antes, millones de mujeres sufrieron la ablación (corte) de su clítoris en unos 20 países del África. Todavía sucede.
“Millones de mujeres sufrieron la ablación (corte) de su clítoris en unos 20 países del África”

El pasado y el presente están llenos de historias de horror, de absurdo ensañamiento cultural, religioso, demencial contra las mujeres. Una aberración imperdonable que sucede a diario y que nunca será titular de primera página. ¿Por qué?

Se pudiera decir que ello pasa en Medio Oriente, en África, lejos de Occidente. Pero esa es otra mentira. Las estadísticas policiales y de justicia de este lado del mundo, están repletas de cifras sobre denuncias de violaciones, de ultraje, de crímenes contra mujeres. ¿Por qué?

Parece que las sociedades, que las culturas, que las religiones compiten demencialmente por ser la más cruenta, más misógina, más asesina. Y las mujeres resistiendo. Siguen pariendo, dando vida a esta humanidad que las castiga por el simple hecho de ser mujeres.

Es un delito, es inmoral, es imperdonable que siga sucediendo. La ética tiene sentido en el ser: el cuerpo es el límite, el lugar sagrado que ningún colectivo ni persona puede transgredir. El cuerpo es el hábitat que pertenece única y exclusivamente a cada ser humano.

No obstante, la realidad nos golpea la cara. Nos dice que no, que existen miles de miles de mujeres que serán atropelladas, humilladas, violadas, asesinadas todos los días. ¿Hasta cuándo?

La humanidad se siente orgullosa de su progreso en pensamiento y en tecnología. Declaró los derechos humanos como límite a la bestialidad de la guerra y del abuso del poder de los estados. Después de la Luna fue a Marte. Ha teorizado profundamente sobre la democracia. Lucha desenfrenadamente por proteger a las especies en vías de extinción. Y sin embargo, la violencia contra las mujeres no ha terminado. ¿Qué debemos hacer?

Tal vez, no es una intervención rentable. No debe ser más importante que la caída del precio del petróleo o de Wall Street. Los analistas inteligentes no se ocupan de esos temas. En fin, parece que esta tragedia solo nos compete a las mujeres y lo que es peor, tengo la certeza de que hay sitios donde las mujeres no deberían nacer.

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