martes, 12 de agosto de 2008

Moral de ocasión

Artículo escrito por CATALINA LEON para El Telégrafo
Hace algunos años viví una experiencia impactante en Ayacucho, Perú. Los arqueólogos que excavaban en el Camino del Inca exhumaron varias pequeñas osamentas, enterradas hace ya tiempo. Aquella zona es la más pobre del Perú, de esos desgarramientos nació Sendero Luminoso, en medio del hambre, las enfermedades, del racismo cruel que cae sobre quienes se ven obligados a migrar a Lima. ¿Cree usted que esas mujeres cometieron infanticidio por pura comodidad, al margen de circunstancias extremas, no creadas por ellas? ¿No son los verdaderos asesinos aquellos que criminalizan el uso de métodos anticonceptivos, que niegan la educación sexual y que han desatado la indigencia de enormes grupos humanos? Pienso, por otro lado, en las esclavas que daban muerte a sus
pequeñ@s para evitarles la pesadilla de la esclavitud. Inequívocamente, aquellos infanticidios eran y son herencia del coloniaje y la opresión, y no de la mala entraña materna.
“Muchas hijas de “buenas familias”, embarazadas fuera de matrimonio, eran llevadas…”
Durante las épocas colonial y republicana, muchas hijas de “buenas familias”, embarazadas fuera de matrimonio, eran llevadas por un tiempo a otro lugar para el alumbramiento clandestino, por la parentela ávida de blanqueamiento y ascenso social. Los recién nacidos eran expuestos a las puertas de personas caritativas o la familia del progenitor, pues lo importante era guardar las apariencias. Posibles “soluciones” eran también el infanticidio o el abandono en orfanatos. Estos actos, por sus connotaciones, eran equiparables al aborto, pues ¿qué garantizaba que la vida del/la infante “salvado/a” de la muerte –con las mismas mañas, hoy preconizadas por las viudas de la partidocracia– no iba a ser una muerte en vida?
Muchas mujeres hoy en día abandonan a sus
niñ@s en clínicas y maternidades, creo con firmeza que tal decisión les duele, tal cosa no se hace por comodidad o placer. Pero quienes falsean el sentido del proyecto de Constitución, los mismos que nos gobernaban hasta hace poco, no están interesados en la eliminación de la injusticia que origina estas tragedias humanas y hasta llegan a decir que no importa la muerte materna, con tal de que no se practique el aborto. El gran objetivo es, evidentemente, la enajenación del cuerpo femenino, la biopolítica con sus efectos perversos sobre la sociedad. ¡Qué fácil les resulta desplazar el peso de la culpa hacia las víctimas! Y, encima, nos dan peroratas de censura a la educación sexual.
Me pregunto si ¿acaso no son los vástagos de los mismos intereses, de la misma moral, de la misma mala fe y de las mismas prácticas de antaño, quienes hoy han desatado el neo-oscurantismo, en contra de una Constitución supuestamente “abortista”? ¿O no es la anquilosada partidocracia, con los mismos apellidos de hace siglos, la que ha puesto en la delantera a la jerarquía eclesiástica? ¿Por qué la alta clerecía y sus pupilos no nos cuentan sobre los casos probados de pederastia, del acoso a las mujeres del servicio doméstico o a las feligresas, del derecho de pernada que muchos varones, santos y no tan santos, practicaban hasta hace pocas décadas?

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